Marzo 2007

«¡ALEJANDRINA, QUIERO APRENDER CONTIGO!»
(11)

Perseverancia en la oración,

Aún sin fuerzas y en las dudas de la Fe.

Alejandrina se mantiene siempre unida a Dios, aunque esté completamente sin fuerzas para una oración vocal y también dentro de las dudas sobre la Fe.

Le parece que no puede orar por la intensidad de sus sufrimientos de todo género, pero en realidad todos sus momentos son una oración.

Lo que sufrió mi pobre cuerpo en estos días, sólo Jesús lo sabe, las agonías y las torturas del alma, sólo Él las puede comprender.

Este martirio de alma y de cuerpo me impide orar, poder meditar en la Pasión de Jesús.

Fijaba su mirada en la cruz rápidamente y decía:

¡Lo qué sufrió Jesús por mi amor! Sufrió tanto que murió por mí. ¿Y yo tendré el valor de negarle algún sufrimiento de mi alma o de mi cuerpo?

¡Oh no, mi Jesús! Con tu gracia yo no te negaré nada: soy tu víctima, noche y día. S (04-04-47)

Casi nada he rezado debido a mis sufrimientos, con tan doloroso martirio. Quedé casi por completo olvidada de las cosas del Cielo: le he dicho a Jesús y a la Madrecita que esto no representa una disminución de mi amor, pero sí de mi mucho sufrimiento (estamos en 1954) S (19-02-54)

Mi oración vocal ha sido casi ninguna, pero mi espíritu, en medio de la llama ardiente del sufrimiento, no se desunió de Jesús, no dejó de ofrecerle el nada de su nada. S (24-02-50)

Pasé la noche en vigilia, sufrí mucho, no podía orar.

Sólo de lejos a lejos podía decir alguna jaculatoria, pero estuve siempre unida a Jesús y siempre era su víctima.

Mi corazón tenía ansias de dolor y de amor. S (07-11-53)

Muchas veces su alma se explica a través de sus miradas:

Ay, cuanto sufre este pobre cuerpo que ya no es ni un harapo.

No sé y no puedo hablar con mi buen Jesús y con mi querida Madrecita: miro hacia Ellos, para que con mi mirada les pida todo.

¡Ah, pobre de mí! ¡Qué penoso vivir para el cuerpo y para el alma! S (06-04-51)

Atormentada por las dudas sobre las verdades de la Fe, con una firme voluntad y siempre reanimada por el fuego de su amor a Jesús, se obstina en repetir su ‘creo’, aún sin convicción:

Tengo horrorosas tentaciones contra la Fe: todo me parece mentira.

“¡Creo en Dios Padre Todo poderoso!. ¡Jesús, yo creo en Vos!; ¡Jesús, yo en Vos confío!”

Estoy en un mar furioso. Las negras olas en las que combato llegan hasta el Cielo. S (09-08-46)

- Oh Jesús, yo no te veo, no te siento, pero quiero confiar en que eres tú.

- Coloquio de Fe, coloquio de dolor y de amor, hija mía: fue lo que Jesús te dice de Jesús. Sí, sin el amor, sin tu locura de amor no podrías ser víctima de reparación, si lo sintieras no podrías sufrir y vivir de Fe. Confía, confía. S (16-04-54; recordemos que Alejandrina es alma-víctima)

Mi vida es dolor y tinieblas, sin un solo momento de interrupción (…)

Toda tu otra vida (la espiritual) se apagó, murió, hasta el mismo nombre de Jesús y de la Madrecita. El Cielo, la Patria bendita, todo se apagó, todo desapareció. Parece que estos dulces nombres no existen: Jesús, la Madrecita, el Cielo con la Trinidad divina a quien tanto amaba, murieron para mí.

Siento esto, pero no dejo de invocar de alma y de corazón: “Jesús, Madrecita, ayúdenme, soy vuestra. ¡El Cielo, El Cielo! Vienen en mi auxilio”

Así grito y no cesa mi dolor.

Y sin nada sentir ni oír que me consuele y me alegre, me inclino para recibir la cruz y repito siempre:

 “¡Jesús, soy Vuestra víctima!” S (16-08-46)

Es tal mi aflicción, que me parece que todo lo mío ser se destruye....

Entonces llamo a Jesús, por aquel Jesús que siento haber perdido junto con la Madrecita, por aquel Jesús en que siento que no creo.

¡Cuántas veces, Dios mío, me parece haber perdido la Fe y no creer en las verdades de la Santa Iglesia ni en la vida eterna!

Aún con ese sentimiento de no creer en nada, invoco al Cielo en todo su poder. Voy repitiendo el ‘¡creo en la vida eterna!’ S (14-01-55)

Continúo pasando las noches en vela, algunas noches duermo algunos minutos, si es que aquello que duermo se puede llamar “dormir”.

Rezo, rezo, hablo mucho con el Cielo, sin recibir ningún consuelo: todos mis rezos no llegan a aparecer.

Toda mi vida se apagó, como si en mí no hubiera nada. El Cielo son tinieblas, la Tierra son tinieblas y tinieblas dentro de mí.

Es un combate, es una lucha el vivir sin alma, el vivir sin Fe.

Dios mío, Dios mío, no tengo guía, ni luz que me ilumine.

Mi abandono me hace recordar el Vuestro.

El combate es reñido. Mis sentimientos intentan negar todas las cosas, como: Dios, la existencia del alma y la eternidad.

Me esfuerzo por orar, como si todo existiese, y mi ansiedad es infinita en darme a Jesús, en darme a las almas. S (25-03-55)

Pero lo que mi alma siente no es compartido por mi corazón: se obstina en agarrarse a la Fe, aún cuando le parece vano su martirio, vana su lucha contra su recalcitrante naturaleza.

Creo, Dios mío, creo aún cuando este mi ‘creo’ me parece siempre mentiroso.

¡Hoy lo repetí tantas veces! Y tantas veces llamé a Jesús y a la Madrecita: Mira a mi corazón y no a mi sentimiento. El corazón no miente: todo es por Vos, por vuestro amor y por las almas.

¡Creo, creo! ¡Váleme, váleme, Jesús! S (15-04-55)

Quiero orar, unirme al Señor, y no puedo: pero mantengo esta unión lo mejor posible.

Le ofrezco todas las espinas que, viniendo de un lado y del otro, me alcanzan y me hacen sangrar.

¿Pero cómo, Señor, cómo ofrecer tanta cosa en la inutilidad? ¿En las tinieblas, en la muerte y, sobre todo sin la Fe?

¡Mi Dios, qué horror! S (01-07-55, tres meses antes de su muerte).

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