ALEXANDRINA Y LA JUVENTUD

Enero 2007

«¡ALEJANDRINA,
QUIERO APRENDER CONTIGO!»

9

Invocación y súplica

La oración de invocación, de súplica, a veces es comprendida como un pedido que quiere forzar a Dios para que haga nuestra voluntad, o para secundar nuestro deseo. ¡No! Debe ser la expresión de una dependencia amorosa de la criatura para su Creador, debe surgir de un corazón humilde y amante, que se abre en toda su profundidad y se entrega al Padre a quien expone sus necesidades, con la confianza de que -en el momento oportuno- será favorecido, si eso no está en oposición con el Bien supremo, esto es, con la voluntad de Dios.

Las súplicas que Alejandrina dirige al Cielo son un ejemplo bellísimo en este sentido: todas representan la humildad de quien se siente pequeñísima, una nada delante de aquel a Quien se dirige; la confianza, la fe en la misericordia de Dios, confianza que nace del amor recíproco; la insistencia de no pedir, que es solicitada por el propio Jesús, como vemos en el Evangelio. He aquí algunos ejemplos:

¡Atiende mis plegarias, atiende, atiende, Jesús!

No mires a esta pobre, la más pobre y miserable que te pide, mejor mira tus divinas promesas y tu exigencia para que te pida.

Pido, Jesús, pido y confío. S (01-02 52)

Confío qué no despreciarás mi nada y tendrás compasión de mí. ¡Dame tu gracia, guíame siempre por tus caminos!” S (29-10-48)

Jesús, te pido tu ayuda, para ser santa como tú y eso si lo quieres. Te pido tu ayuda para amarte tanto como tu divino Corazón lo desea. S (14-09-45)

Estoy tan lejos de ser perfecta, de tratar a todos con la caridad de Jesús.

Ayúdame, amor mío, a convertirme de veras a ti, asemejarme a tu divino Corazón. ¡Qué ansias tengo de amarte y amar a mi prójimo! ¡Qué hambre de vuestro amor, qué hambre de perfección, qué ansias del Cielo!

Tengo miedo de mí misma, temo a todo y por todo. S (05-08-49)

¡Dios mío, Dios mío, qué lucha, qué sufrimiento, qué combate entre lo que soy y lo que tengo que ser, mi naturaleza se rebela ante la ansiedad de sólo querer la voluntad de mi Señor!

Yo llamo, llamo por Jesús y por la Madrecita, les pido la dulzura, la mansedumbre, la paciencia de sus divinos Corazones.

Pido al divino Espíritu Santo que me ilumine y me asista. S (22-06-51)

¡Jesús, ten piedad, compadécete de mí, enriquece mi nada, lléname de tu amor!

No te pido que operes en mí unas maravillas que se vean. Te pido la maravilla y la riqueza de tu amor. C (14-05-41)

Dame, oh Jesús, el fuego de tu santísimo Corazón.

¡Sé mi fuerza, dame tu paz! S (15-03-46)

Notemos que tanto cuando pide una ayuda material, económica, cuando tuvo el riesgo de perder su casita que estaba hipotecada, aún entonces no falta la nota espiritual:

Oh Jesús, no te pido honores, grandezas ni riquezas, te pido que nos dejes nuestra casita, para que mi madre y mi hermana (piensa que  su muerte está próxima) tengan donde vivir hasta el final de sus vidas, para que mi hermana tenga donde coger las florecitas para arreglar tu altar los sábados en la iglesia.

Oh Jesús, todas las florecitas son para ti.

¡Jesús, acude a socorrernos, que perecemos! ¡Lleva esta noticia lejos, a quien nos pueda ayudar ( la ayuda vendrá de Lisboa, por intermedio de su director, P. Pinho)!

¡No te pido éste ni aquel medio, porque no lo sé! ¡Confío en ti!” (A p. 24-25)