LA interceSIÓN de Alejandrina

 

Te escogí para la felicidad de muchas almas

El valor de la intercesión de Alejandrina es exaltado en sus escritos en términos que nos dejan asombrados. Jesús le declara, en 1934:

Te escogí para la felicidad de muchas almas.

13 años después, el 7 de junio de 1946, le asegura:

Todas las almas que te visiten, sus nombres son inscritos por tu ángel en mi Corazón y serán salvadas.

También aquellas que te visiten por curiosidad y mal intencionadas.

Todo esto es parte de la misión que te confié, la más noble y sublime misión.

Y en el mismo año, el 25 de octubre, esta promesa fue corroborada y alargada:

Todas las almas que te visiten, pecadores o deseosos de Mí, serán salvados, a no ser que abusen de mi promesa y confiados en ella, continúen su vida de pecado, vida de ofensas en contra Mía.

Después de tu muerte, todos aquellos pecadores que te fueran recomendados serán salvados.

¿Y sabes quien va a llevar al Cielo los pedidos y los mensajes? El Ángel de tu Guarda.

¡Qué bella y gloriosa es tu misión! ¡Cuánto te enriqueció Jesús!

Nuestra Señora le habla así el 8 de abril de 1949:

Déjame cubrirte con mi manto de tristeza, con mi manto de dolor, para que a través de los tiempos, con este testimonio, puedas ser invocada por todos los dolores del alma y del cuerpo, invocándote así en la tierra, cuando estés en el Cielo, serás invocada como “Mártir de los dolores”, para consuelo y bálsamo de los dolores humanos.

Otra promesa más, el 1 de mayo de 1953:

Repito una vez más: tú desde el Cielo vas a salvar tantas almas, como si tu martirio se prolongase hasta el fin de los siglos.

Has de acudir a remediar muchos males, a todos los males, pero las almas, las almas...!

Ya comprendo, Jesús, para esas almas caerá siempre la lluvia de Vuestra misericordia.

Todo está dicho, hija mía, comprendiste bien.

Tú eres la heroína victoriosa, la heroína triunfante: triunfas en la tierra, y has de triunfar en el Cielo.

Te concedo todo el poder para salvarlas.

 Cuando estés en el Cielo, no serán en vano los rezos dirigidos a ti en favor de las almas.

Por todo esto, merece todo el crédito esta garantía de Alejandrina:

En el Cielo estaré
como el pobre ciego
a la orilla del camino,
con la mano extendida,
pidiendo limosna.

Yo pediré gracias
para expandirlas
sobre la Tierra.

Milagros de Alejandrina

Son innumerables los casos de personas que durante su vida, recurrieron a la intercesión de Alejandrina. Sus biógrafos, con el Padre Humberto al frente, nos cuentan algunos. Los siguientes, los oí del Dr. Jorge Barbosa, el 13 de diciembre del 2002:

La señora Margarita de Lacerda, se casó y fue a vivir a Caramulo, cierta vez estaba muy descontenta porque su marido había roto las relaciones con el párroco, por razones ligadas a obras en la iglesia: si veía venir al padre por un lado de la calle, se cambiaba para el otro lado. Y no cedía. Resolvió entonces ir a Póvoa a pedir la intercesión de Alejandrina.

Llegada al barrio del Calvario, como siempre lo hacía en situaciones semejantes, Alejandrina la invita a rezar junto con ella.

Habiendo regresado la señora al Caramulo, su marido (que no sabía de las diligencias de la esposa) le anuncia que había hablado con el padre: lo vio y se dirigió a él para deslindar la situación, puesto que no había razones para andar tan desavenidos.

¿A qué hora fue eso? Pregunta maravillada la señora. A la hora exacta en que Doña Margarita y Alejandrina habían rezado.

El segundo milagro, así como el tercero, sucedieron con los hijos de este ilustre médico. 

En la época de doña María Paz Varzim, tenía el matrimonio una pequeña, que de noche, insistía en seguir mamando del pecho de la madre para dormirse. Como ya tenía dientes, le dolía mucho.

Va entonces a Balasar. Después de rezar con Alejandrina, la señora se regresa. Y desde entonces la pequeña se duerme feliz y sin más exigencias...

Una de las hijas, ya más crecida, iba en la tarde, después de la merienda, a la catequesis en casa de un sacerdote, que vivía donde hoy es la “Caja General de Depósitos”. A partir de cierto momento, comenzó a no querer ir a las lecciones, temerosa, se resistía y rezongaba entre dientes.

Va entonces la madre a pedir ayuda a Alejandrina. Al regresar, da la merienda a la pequeña y ella misma le avisa:

 Quiero ir al catecismo.

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