ESCRITOS DA BEATA ALEJANDRINA

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2 de mayo de 1942 –Primer sábado

“¡Bienaventurados los humildes y perseguidos por el amor de Jesús! Esos son los elegidos del Señor y los santos de su divino Corazón.

Está casi concluida la misión en la tierra de la crucificada de Jesús. Le va a dar la muerte más encantadora, más llena de amor. Ven Jesús, ven María, ven José, venga toda la Trinidad divina. Vengan los Ángeles, vengan los Santos a conducir al Paraíso a aquella que tanto amó a Jesús en la tierra. Descienda el Cielo al cuartito de la heroína de Jesús.

¡Qué gloria para Portugal, para el mundo entero! ¡Qué alegría y triunfo para el Paraíso! Hija mía, dile a tu Padrecito que lo amo, que es el hijo predilecto de mi Compañía. Cuanto más lo hacen sufrir, más se irradia en él mi divino amor. Jesús va a conducir a la oveja perdida hasta su divino Corazón, Jesús no tarda. De él es el Cielo. La corona está tejida, es de espinas, abrillantada con las piedras más preciosas.

Hija mía, dile al señor Doctor que el premio que le está preparado en el Cielo es el mayor que puede dar la medicina. El Corazón de Jesús está radiante con él por todo el cuidado y el esmero que ha tenido con la crucificada de Jesús. Siempre sentirá en la tierra su continua protección de la salvadora de la humanidad.

Hija mía, dile a tu hermanita, a tu Saozinha, que está cuidada por Jesús, guardada para siempre en su divino Corazón. Jesús será el premio, la recompensa de todos los que sufren con su benjamina. Jesús es todo para las almas que la aman y que son amadas por ella”.

Gracias, gracias Jesús mío. Recompensa a todos por mí, págales con tu divino Amor y permite que cuando yo esté en el Cielo pueda confortar a todos y los asista en sus necesidades.

Oh Jesús mío, reconozco que sois Vos, que no puedo separarme de vuestra divina presencia. Quisiera ir con Vos para el Cielo.

“Un poco más y el día llegará”.

3 de mayo

¡Dios mío, Dios mío! El grito agonizante de mi alma se pierde en la montaña y no se oye en la tierra ni en el Cielo; digo esto repetidas veces con el pensamiento, mientras voy sintiendo como las aves me devoran los muslos y la agonía de mi alma, que no se puede explicar, aumenta al saber de tantas mentiras que dicen de mí y al sentir que quizá después de mi muerte todo esto continuará, siendo motivo de grande sufrimiento para los míos. Era mi deseo de que todas las mentiras muriesen conmigo.

Del 4 al 5 de mayo

Durante la noche vino repetidas veces la Madrecita, muy bella, vino a presentarse frente a mí, junto a mi cabecera, suavizando así mi dolor.

Esa misma noche, el Angelito de la Guarda moviendo sus alitas se inclina hacia mí, haciendo por aliviar mi cuerpo. 

6 de mayo

¡Tinieblas, tinieblas, negras y asustadoras tinieblas! ¡Cielo, Cielo, dame tu luz! Recibí golpes tremendos en mi corazón y siento que quedó tan abierto y tan destrozado que me parece que no tiene forma de corazón humano, con toda la fuente de sangre que brota con abundancia. Es la vida divina que brota y siento como la Humanidad bebe de esa fuente con toda la fuerza, con temor de que se agote.

El estado de mi alma se agravó después de saber lo mucho que hacen sufrir a mi Padrecito, pero no pierdo mi confianza de que Jesús ha de proclamar su inocencia.

Ahora siento como las aves nocturnas van a llegar a mis rodillas. Todo el cuerpo está casi en cenizas. ¿Y acaso no vendrá Nuestro Señor a buscarme?

7 de mayo

Con la aflicción en mi alma, así decía:

¡Qué tristes y amargos son los últimos días de mi vida! Jesús mío, quita de mi amargura toda la dulzura y alegría, para que sean para Vos y para provecho de las almas.

8 de mayo

No pudiendo más con el peso de las humillaciones, con la agonía y las negras tinieblas que sentía dentro de mi alma, porque todo acababa con la confianza que tengo en Jesús, yo me decía: Si aquellos que me quitaron a mi Padrecito experimentasen lo que es sufrir, me lo darían para mi consuelo.

Y secreteaba con Jesús: ¡Te juro que confío en Ti!

Y recordando que ya no tenía la crucifixión, sentía tan grande dolor en mi corazón que me parecía llorar lágrimas de sangre y recordaba que si fuese otra vez crucificada, eso sería bastante para aliviar el sufrimiento de mi alma.

¡Qué recuerdos, qué recuerdos, Jesús mío, al no tener ahora la crucifixión!

Las aves ya están abajo de las rodillas y siento en mi corazón que pierdo la vida divina. Voy cayendo lentamente. Todo desaparece en mí.

También siento como la humanidad ya no bebe con aquella fuerza que bebía, porque la sangre se va acabando.

El demonio tiene consumida mi imaginación, pretendiendo amarrarme a las cosas de la tierra, pero cuanto más hace por tentarme, más me eleva Nuestro Señor hacia Él.

12 de mayo

Hoy la vida divina de mi corazón la comparo a una lámpara amortecida que a cada momento parece apagarse. Ya no nace la sangre, sino de lejos una gota, que ya mal se puede beber. Yo le decía así a Nuestro Señor:

Jesús mío, Madrecita, vean la aridez de mi alma, vean el abandono que ella siente del Cielo y de la tierra. Lancen sobre mí vuestra divina mirada de compasión. Acudan, acudan, no me dejen morir de susto en medio de las tinieblas. Mi alma está temerosa con los asaltos del demonio. Quiere acusarme y lanzarme al rostro todo lo peor que existe, presentando a mi vida entera como llena de engaños.

Jesús no me deja por mucho tiempo combatir las dudas, pero él, rabioso me llena de pavor. ¡Si pudiera tener siempre un sacerdote junto a mí! Es a mi Padrecito al que yo quiero, pues fue ese el que Jesús me prometió y es el que los hombres me quitaron.

Siento a las aves en mis pies, pero están enojadas por no encontrar que comer. Van revolviendo y revolviendo las pocas cenizas que me quedan. ¡Ay, el día más feliz de mi vida es el día de mi muerte!

14 de mayo–Día de la Ascensión

Quisiera decir cuanto ha sufrido mi alma, pero apenas puedo explicar lo que he experimentado. Horrorosos sufrimientos pasaron en mí. Nunca pensé que pudiera sufrir tanto. Hoy me siento un poco más aliviada, más redoblada mi confianza en Jesús y en la Madrecita, con más fuerzas para combatir el infierno que se ha sublevado contra mí. Mi corazón continúa como una lámpara apagada. De cuando en cuando va dejando unas gotitas de sangre que la Humanidad viene a aprovecharlas. Parecería que cada una va a ser la última. Siento que está preso en la vida divina con un pequeño hilo, comparado a un alambre finísimo que la más pequeña cosa puede partir.

En mi cuerpo ya no siento a las aves, parecería que ya no existe ni siquiera la más pequeña partícula de ceniza.

Siento que quien sustenta la vida de mi corazón es Jesús, sólo Jesús, me parece estar unida a la Patria Celeste por medio de aquel hilito.

¡Viva Jesús! ¡Viva María! ¡Viva la Santísima Trinidad a la que quiero tanto!

24 de mayo

Jesús me suspendió mi crucifixión y me parece que suspendió mi vida. Sólo Él puede evaluar mi tristeza y nostalgia. No tengo el sufrimiento de la cruz, ya no me siento dentro de ella, se me escondió por completo, pero tengo todavía una mayor cruz, son mayores mis sufrimientos. No puedo vivir en el mundo. El tiempo pasa, las horas me parecen siglos, los días y las noches son eternidades. Cuántas veces levanto mis ojos al Cielo para exclamar:

¡Jesús, mi querido y añorado Jesús! ¡Madrecita, querida y añorada Madrecita! ¡Santísima Trinidad, mi querida y añorada Trinidad, para quien sólo quiero vivir, a quien me entrego y a quiero sólo quiero amar!

¡Pobre de mí! Digo que amo y no tengo corazón para amar, no tengo cuerpo sino para el dolor, soy como una bola de espuma que se deshace deprisa. ¡Qué tinieblas, Jesús mío, qué sequedad, qué amarguras, qué agonías las de mi alma!

El hilito de vida divina que estaba unido a mi corazón, a pesar de sentir que no lo tengo, aún está unido al lugar donde habita. Siento que a cada momento se quiere quebrar. La furia de la horrenda tempestad tiene todos los temblores. Del pequeñito lugar que ocupaba mi pobre corazón, salen de tiempo en tiempo unas escasas gotas de sangre. Y es ahora que siento que la pobre Humanidad necesita tanto de ellas, está sedienta y quiere chuparlas.

Jesús mío, no abandones a esta pobrecita que siempre confió en Ti y sigue confiando. A pesar de que me siento perdida en las tinieblas, todo lo espero de Ti.

El demonio rompió todas las cadenas que lo ataban, cayó sobre mí. Sola lucho y combato su rabia.

¡Jesús, a cada momento me parece que te ofendo! ¡Mi querido Jesús, mi querida Madrecita, me quitaron a mi Padrecito en estos tristes días en que yo más necesitaba de él!.

Me siento abandonada por todos, excepto cuando te me das milagrosamente para consuelo de mi alma, lo que rara vez sucede! Perdona a todos los que me hieren, perdónales tanta ceguera, yo ya los perdoné.

En mi corazón ya no caben más espadas, ha sufrido por todos lados y a recibido sufrimientos de quien menos esperaba. ¡Jesús mío, para todos es vuestro perdón, vuestro amor y vuestra compasión! Purifica, santifica, incéndianos en vuestro divino amor y lleva junto a Vos sin demora a vuestra hijita agonizante.

El día 24 de mayo, día del divino Espíritu Santo, yo pedía toda la luz y todo el fuego de su divino Amor, de su Amor santificador, entonces el estado de mi alma se modificó, y ese día en la tarde yo decía: Ya no tengo vida de la tierra, sólo tengo cuerpo para el dolor.

A partir de este día dejé de sentir lo que hasta entonces sentía continuamente, que eran malolientes serpientes llenas de toda la inmundicia, que entraban por la boca y salían arrancadas no sé por quien, haciendo recordar a los condenados del infierno, atormentados por los demonios. No podía oír el gorjear de los pajarillos al alba y al anochecer, a pesar de recordar que estaban alabando a su Creador. Sus gorjeos herían mi alma. No podía escuchar nada alegre. Mi sed era abrasadora, la nostalgia de alimentarme no sabía explicármela y todo esto me llevaba a la desesperación por sentir que era imposible saciar mis deseos. Entonces le decía a mi Jesús: Es por Ti que sufro, sacia Tu sed de amor, sacia la sed que tienes de las almas.

El día 25, notaron una diferencia en mí, sólo quería la transformación de mi alma. Dejé de sentir las grandes amarguras, tinieblas, sequedad y agonías, sólo de cuando en cuando y pasajeras, pero sentía grandes deseos de volar para el Cielo, llegando a sentir impulsos que me hacían levantarme, se me figuraba que tenía alas y levantaba el vuelo para el Cielo, teniendo entera confianza en Jesús y en la Madrecita y siempre conforme con su voluntad. En medio de todo esto, mi alma se siente en fiesta, tanto que llego a cantar con júbilo y alegría:

“¡Ver a Dios, ver siempre,
siempre a Dios: Eso es el Cielo!
Quien me diera ir para allá”, etc.
 

Me parece ir hacia la Patria Celeste, hacia mi Jesús, de pie, de brazos abiertos, a descansar en su divino regazo.

Ya que no puedo saciar mis deseos y añoranzas de los manjares de la tierra, suspiro, muero y ansío ir a saciarme de los manjares celestes y sólo estos me valen para la eternidad.

El hilo divino que une el lugar donde estaba mi corazón está listo a quebrarse, me parece que fue limado. Lo único que le ha valido es la tempestad que sólo de tarde en tarde le da unos pequeños temblores. Ahora sí puedo decir:

El Cielo está cerca, voy a ver a mi Jesús, voy a ver a mi querida Madrecita, voy a gozar del Paraíso, voy eternamente a amar a mis Amores. Dejo el mundo sin nostalgia, no le pertenezco, no soy de él.

“¡Estoy bien, muy bien de mi cabeza! El 27 de mayo, cuando asistía al mes de la Madrecita, tuve este presentimiento que no me dejaba en paz: Muero en mayo, viene la paz en junio. Mi Padrecito espiritual va a ser liberado y viene a asistirme en mi muerte. Moriré el sábado al atardecer, mi entierro será el martes, el primer día del mes de Jesús”.

Ignoramos la fuente de este añadido.

Probablemente en este período Alejandrina vive la segunda muerte mística. Padre Humberto.

31 de mayo–Fiesta de la Santísima Trinidad

Al caer la tarde, sentía que el hilito divino se quebrada del todo. En aquel estado del alma, estaba por ver lo que Jesús inventaría para mí con su ciencia divina, a no ser que todo acabase con mi muerte.

El martes siguiente, día 1 de junio, de mañanita, sentía que había fallado por completo el hilito que se prendía en el lugar de mi corazón, pero la ciencia de Jesús aún tenía algo más que dar. Poco tiempo después vi y sentí descender del Cielo hacia la tierra hacia el lugar de mi corazón, rayos más brillantes que el sol: parecían venir del Corazón de mi Jesús, uniéndose y reflejándose para siempre en el lugar de mi corazón. Tenía que embeberme toda en aquellos rayos de amor, los que de día en día me van embebiendo cada vez más, dejándome transformada en ellos. Esos rayos me van levantando de la tierra hacia el Cielo. Son un canal en el cual yo me tengo que transformar para pasar por dentro de él. Por él es que voy a Jesús.

Me siento elevada a una cierta altura de la tierra. Hay momentos en que no puedo resistir tantas nostalgias del Cielo. Espero dentro de poco ver a mi Jesús, con mi querida Madrecita y todos mis amores por quienes aspiro. Sin embargo, quiero que se cumplan toda las promesas de Jesús, quiero que me den a mi Padrecito, que me quitaron en momentos tan amargos y sin que yo diera motivos para ello. Parece que sólo eso y la determinación de la consagración del mundo por el Santo Padre, me obligan a vivir todavía en la tierra, triste exilio que no puedo soportar.