SENTIMIENTOS DEL ALMA
1944
7 de Noviembre de 1944
No
hablo de mí ni de mi dolor, pues no tengo vida y siento que el
dolor no es mío, no tengo nada, nada me pertenece. ¡Mi cruz
amada, sólo Jesús te conoce! Dios mío, no puedo estar aquí. ¡Qué
horror, qué tormento éste!
Cuando
llega la hora de recibir a mi Jesús es tal la verguenza que
siento, que no sé explicarlo. Quería recibirlo, pero que Él no
supiese lo que decía. El horror de mis miserias, de mi nada, son
la causa de esta verguenza. No puedo recordar que a mayor
grandeza el amor sin igual desciende a la mayor frialdad, al
mayor abismo de miseria, al nada que no existe. Todo este
sufrimiento casi me obliga, casi me convence de no creer en los
éxtasis, ni en Jesús, ni en mi Madrecita. ¿Cómo puede Jesús y mi
Madrecita amarme en esta inmensidad de mise-rias? ¿Cómo puede
Jesús amarme con tal exceso de amor? ¿Cómo puede llamarme
poderosa y decirme cosas tan lindas? ¡Qué bondad la de Jesús y
qué confusión la mía! Quiero mirar hacia el Corazón Santísimo de
Jesús y nada puedo, me viene esta duda: ¿y si estoy engañada?
Después de mi muerte, cuando estemos todos en el Cielo, todos
sabrán que nada era como yo decía. Acto de fe: Creo, Dios mío,
yo creo, yo creo. Sois Vos, sois Vos los que me decís todo. No
me dejas engañar así como no me engañas. Jesús mío, no puede ser
como me parece, como mis dudas me obligan a creer. El Cielo no
deja de ser Cielo. Si yo me siento avergonzada, es por ver que
mi vida ha sido de ilusiones, sufría, dejaba Vuestra Patria de
ser un gozo completo. Confío, Jesús, yo no me engaño. Ten piedad
de mí, ve el martirio de mi alma. Quisiera ojos para llorar
lágrimas de profundo arrepentimiento y no los tengo. Quisiera
vida para sólo serviros a Vos: no puedo, quisiera corazón para
amaros, y no es mío. ¿Qué hacer, Jesús? Entregarme a Vos, a
Vuestra infinita misericordia que todo perdona y a encargar todo
al Cielo para amaros por mí.
Cielo, Cielo, ama, ama en mi nombre a tu y mi Creador. Oh Jesús,
dame tu bendito amor para que con él te ame y a la Madrecita
querida.
En
medio de estas ansias de amor y de dolor dolorosa de mis culpas,
batió las alas el Divino Espíritu Santo en lo más íntimo de mi
alma. Hizo conmigo como las avecitas para con sus hijitos cuando
están en el nido. Con su pico de fuego alimentó mi corazón y
después se escondió dentro de mis labios, alimentó todo mi ser.
Sentí nueva vida, podía amar y servir a mi Jesús. Estos momentos
son poco duraderos, de prisa vuelto a mi cruz, de prisa dejo de
tener vida. Pero es bien unida a la cruz, herida con las más
agudas espinas que yo quisiera gritar sin cesar: Os amo, haz que
este grito de amor se oiga en el mundo entero para que se
conozca el amor y con él desaparezca todo lo que es ofensa para
Vos. Jesús, ayúdame, defiéndeme de las luchas de Satanás. ¡Soy
tan humillada por él!. Me trata como la criatura más vil, más
inmunda. ¡Qué lecciones tan feas me da! Atormenta de veras mi
alma. Me dice:
— Si quieres consolar a Jesús, no hagas ningún tratamiento, mira
que Él no quiere. Dice aquel fulano (y lo llamó con un nombre
feo) que no quieres que vuelva a venir. Una vez que el médico
vino a visitarme y llevó el carro por un camino que no era
costumbre, él consiguió hacer sentir en mi alma un gran
desastre: el carro destruido y él sin vida, todo en pedazos.
Aplaudía, danzaba, daba carcajadas y me decía:
— Mira la desgracia de aquella casa. Fue la recompensa que
recibió por venir aquí. Pero todo esto entrelazado con nombres
feísimos. Aprovechaba todas las ocasiones para atormentar a mi
pobre alma. En estos días en que su esposa tuvo en peligro su
vida, él encontro una buena ocasión para hacerme sufrir. Me
decía la noche anterior:
— La mujer de aquel (y usaba el mismo nombre feo) no tiene vida
hasta mañana (No dura hasta mañana).
Mira la recompensa que le da tanto trabajo. Dices que eres
poderosa, sálvala. Él (el médico, con
certeza) ahora te abandona, está convencido de la verdad.
Quería tirarse contra mí, desesperado; como estaba preso, no
podía. Se mostraba entonces satisfecho con carcajadas, gestos
malos y con palabras indecentes. Yo quería convencerme de que
era falso lo que decía, pero me era casi imposible.
Oh
cruz de mi Jesús, yo te abrazo y te quiero. Dios mío, confío en
Vos, soy vuestra víctima.
El
demonio no sabe el futuro; ¿Cómo puede él decirme esto? Confío
en Vos, lo de él es mentira. Jesús, es por amor que me dejo
inmolar, es por Vos y por las almas que todo acepto. Cuesta
mucho más a Vos, ver las almas ir para el Infierno. Dame Vuestra
fuerza bendita, con ella no temo el sacrificio.
9 de Noviembre de
1944
La
agonía de mi alma es extrema, el demonio no ha venido con sus
combates. Fue por obediencia que le dije a Jesús que hasta nueva
orden no permitiese que viniera. Un día antes de recibir el
mandato ya no vino, yo no sabía la orden, pero lo sabía Jesús y
obedeció ― ¡Bendito sea! ― ¡En todo me da ejemplo! ¡Oh, quien me
diera imitarlo! Con todo, el maldito no deja los rodeos para
quitarme la paz, para llevarme a la desesperación. Viene sobre
mí como un ladrón que asalta una casa, viene de repente y sólo
para aparentar el robo hace barullo. No me toca, ni usa las
mañas de costumbre, y sólo con palabras y soplos asustadores.
― Pecas cuando quieres, quieres mostrarte virtuosa y obediente y
nada de eso tienes, eres la criatura más criminal, odiada y
maldecida por Dios, condenada al Infierno. Acá te espero en
breve, he de destruir ese cuerpo. ¡Impostora! Quieres pasar por
lo que no eres.
― Jesús mío, sólo quiero Vuestra voluntad, todo me hace sufrir.
¡Qué pavor siento en mi alma! La noche en que estoy sumergida,
no deja que mis ojos vean el azul del firmamento. Me parece que
no existe el Cielo, ni Jesús, ni María.
Mi Amor, ve la agonía que siento. Quiero daros todo, todo cuanto
me pedís, pero, ay, mi Jesús, si yo tuviese la voluntad cuando
exigís de mí algunos sacrificios, bien ves que es verdad lo que
os digo, prefería durante ese tiempo estar en el Infierno. No
tengo querer, acepto lo que quieras, mi Jesús, también yo lo
quiero. Si mi voluntad existiese, no escribiría más letras para
decir los sentimientos de mi alma ni de todo aquello que me
dices. Qusiera que muriese mi nombre y todo aquello que existe
en mí. Son tantos laas espinas que me hieren, el peso de las
humillaciones me aplasta. Es en medio de esto que os quiero
amar.
Inventa, Jesús, medios para amaros. La ciencia humana tiene para
el mundo tantas invenciones y para Vuestro divino Amor no
inventan nada. Jesús, quiero amaros: enséñame, quiero vivir
siempre en la escuela del amor. Aquí no puedo, aquí no sé
amaros, sólo en el Cielo, sólo en el Cielo comprenderé todo,
sólo allá podre amaros con el amor que deseo. ¿Cuándo llegará?
¿Cuándo será el día de mi partida? ¡Cuándo será el día que de la
muerte paso a la vida! Jesús, no os lo pido, no quiero faltar a
lo prometido, dame cuanto Vos aprobéis, pero dame amor, amor,
amor que me queme y me haga morir de amor.
Dios mío, ¡qué distancia me separa de Vos!... Mis miserias me
causan terror. Perdóname, dame una confianza ilimitada, déjame
esconderme para siempre en Vos, para sólo a Vos, ver y amar. |