ESCRITOS DE LA BEATA ALEXANDRINA

“SENTIMIENTOS DEL ALMA”
— 1945 —

4 de Enero de 1945

Jesús, ¿cuáles son los mimos que voy a recibir de ti este nuevo año? Estoy llena de miedo o peor aun, llena de pavor. Venga lo que venga, por mucho que sea herida, humillada y abatida, con tu gracia divina diré a todo:

Sea bienvenido, hágase la voluntad de Jesús; soy víctima de su amor, víctima de las almas.

Confieso, Jesús mío, que mi más grande recelo es mi flaqueza: temo ofenderte. Confío en ti; mientras sea firme mi amor, subiré alegre mi calvario.

Repara y ve, Jesús, las ansias que tengo; si no fuera por ti, me quitarían la vida.

Quisiera nacer ahora, pero conociéndote ya para no manchar mi cuerpo nunca.

Quisiera que el mundo entero naciera conmigo y que todo él te conociese también para no dejarse manchar.

Quisiera un corazón nuevo, pero que siempre te hubiese amado para así nunca dejar de amarte.

El mismo querer tengo para todas las criaturas, para que te amen así, con el mismo amor que deseo para mí.

¿Dónde he de esconderme y conmigo esconder el mundo? ¿Dónde he de purificarme y purificar el mundo sino es en ti?

Escóndeme, purifícame. Hazme nacer ahora para la gracia y para el amor, y que nazca el mundo conmigo, pero de manera tal como si él ni yo te hubiésemos ofendido.

No sé donde estoy; no vivo en este exilio ni vivo en el cielo. Me parece que vivo entre el cielo y la tierra. Me fui para esta morada, trayendo el mundo conmigo, morada sin luz, sin vida y sin nada.

Mi alma se rasga de dolor, es indecible lo que siento en mí. ¡Dios mío, qué derrota! No tengo luz, y me robaron las señales de estos caminos tan tremendos.

Muero en la oscuridad, Jesús, muero desfallecida. Venven con tu Madrecita, dame fuerza, dame vida.

No puedo pensar en los combates del demonio, tiemblo de horror. ¡Él tiende tantas trampas para atraparme! ¡Prepara tantos asaltos a mi alma!...

Parece que voy a morir de dolor. Oigo su maldita voz desafiándome. Y en eso... lo que más me aflige es cuando él hace lo peor.

Ayer en la mañana, me preparaba para comulgar y luego el alma comenzó a sentir sus asaltos. Mi preparación fue un combate terrible. ¡Qué vergüenza la mía al llegar Jesús a mi corazón! A la voz del llamado del demonio vinieron muchos demonios. Y el maldito me decía:

— Tú eres el manjar más delicioso para todos los demonios del infierno. Mira como te preparas para comulgar. ¡Es así que te consideras una esposa de Jesús! No lo eres, no lo eres, Él no te quiere, eres mía, dame tu corazón. Si me lo das por voluntad propia, te doy el mundo con todos sus encantos, grandezas y placeres.

A esta altura, conseguí renovar a Jesús la ofrenda de mí misma como víctima y esclava.

No quiero el mundo ni nada que le pertenezca, Jesús mío, lo que yo quiero es no pecar. Solamente amarte y  no lastimar tu Divino Corazón.

El demonio se retorció de rabia. Sentía que lo que él quería era que yo le diera de buena voluntad mi corazón y con él el mundo. Mi cuerpo estaba deshecho por el cansancio. El momento era grave. Al parecerme que todo estaba perdido, y no haber remedio para mí, grité al Cielo con alma y corazón:

¡No pecar! ¡Válgame, Jesús!

Cesó la lucha, pero quedaron en mi alma unos tristes efectos. Una tristeza tan grande por no haber pecado, sentía como si me gustara ofender a  Jesús. ¡Qué aflicción la mía!

El demonio, más retirado, seguía rabioso; quería volver a arrancarme el alma y a despedazarme el cuerpo.

Poco a poco, una suavidad y una paz se apoderaron de mí, me invadieron toda. Jesús me hizo sentir que todo lo que pasaba en mi alma era a causa del demonio. Era él el que tenía pena por no haber pecado yo y estaba rabioso por no haberlo conseguido.

Luego llegó Jesús para yo recibirlo; gozaba de una gran paz, pero muy triste, tímida y avergonzada. Después de que lo recibí, olvidé por un tiempo aquella tan tremenda y fea lucha.

Hoy, volvió el maligno con otro ataque infernal. Sólo Jesús ve el dolor que llevo en el alma. Me dijo que eran las personas cómplices de mi crimen, me enseñó a pecar.

¿Dios mío, cómo salir de esto sin ofenderte? Sólo con tu gracia. Por misericordia tuya, sólo en los momentos de lucha yo sé y comprendo las lecciones del diablo. Es una prueba más de tu infinito amor. Sólo tú sabes cuánto quiero amarte y reparar las ofensas hechas contra tu divino corazón y nunca manchar mi cuerpo ni mi alma. ¡Triste jueves que me llevas al viernes!

Mi alma está cansada de tantos sufrimientos, de tanto dolor que le aguarda. Temo las horas que se aproximan, temo la muerte. El Cielo está disgustado con tanta ingratitud de la tierra. ¡Temo todo, pero quiero pasar por todo; quiero morir para dar la vida!

Tradución: Alejandro Carbajal