ESCRITOS DE LA BEATA ALEJANDRINA
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5 de septiembre – Primer sábado

― El dolor de las almas amadas y víctimas de Jesús son su gloria, son su triunfo. ¡Cómo es sublime, cómo es bello el camino de los elegidos del Señor! La crucificada de Jesús sufre con las almas que la rodean, pero vendrán días y no lejanos, donde todo el dolor se transformará en alegría.

Jesús se alegra, Jesús se consuela con los que sufren. El dolor es la mayor prueba del amor de Jesús para el alma y del alma para Jesús. El dolor es la salvación de los pecadores.

― Jesús, ¿mi martirio ha salvado muchas almas?

― “Millares, millares ; pronto lo verás, loquita de Jesús.

― Jesús, ¿el Padre José era aquel de quien hace mucho te habías quejado conmigo y por quien yo sufría, se salvó?

― Era, era, mi loquita. Está salvado, pero está muy al interior del Purgatorio. Necesita oraciones, muchas oraciones. Ofendió mucho a Jesús, pero también fue grande su arrepentimiento, su dolor.¡Qué gran dicha para la crucificada y esposa de Jesús, darle las almas que tanto lo maltrataban y herían!

― ¡Bendito sea todo el dolor que me das, bendito sea el remedio de las almas!

― Escucha, hijita amada. En nombre de Jesús afirma, jura a tu Padrecito que él es locamente amado por Jesús y por María. El amor de Jesús sobrepasa todos los abandonos de los hombres.

Los hombres están ciegos, pero tiempos vendrán en que llorarán su ceguera. Jesús reina, Jesús triunfa, Jesús no consiente que su hijo predilecto desista de su puesto. Será siempre en el tiempo y en la eternidad el Padre espiritual, el guía y la luz de la loquita de Jesús.

Jesús le pide al médico de su crucificada que ruegue al Señor Arzobispo para que haga que su causa triunfe, que haga que el mundo sea consagrado al Inmaculado Corazón de la Virgen Madre.

Que escuchen la voz de Jesús, que se apresuren a salvar al mundo, a salvar a Portugal.

Jesús ama al Doctor Azevedo y derrama sobre él todas las gracias divinas y su Amor. Que vengan los estudios si así lo quieren, pero sin mucha demora, porque el Cielo se aproxima.

― Jesús, gracias por tus caricias y las de la Madrecita que me tiene en sus brazos, me besa y me acaricia dulcemente.

20 de septiembre

Triunfa en mí, Jesús mío.

Siento que se va abriendo el camino, que tan amargamente he seguido y que lo he seguido solamente por vuestro amor y por las almas.

Ya casi puedo entrar en el Cielo, a costa de mucho dolor va pasando la tempestad. ¡Qué aguacero tan fuerte! ¡Qué furia, que furia que tanto ha herido mi pobre corazón!

Bendito seas, mi Amor, bendita sea tu mano santísima que va desviando de mi camino todo aquello que me estorba para poder seguir.

Siento que el Cielo está abierto casi de par en par para recibirme. Mi Jesús, ¿ya puedo entrar?

No sé en que estado estará ahora mi alma. Parecería que me siento entre el Purgatorio y el Cielo, la mayor parte del tiempo no siento ni grande dolor ni grande gozo. Con todo, en algunos momentos, ay de mí, mi Jesús, me veo en cenizas ante el abismo, sin tener nada que me sostenga, siento que voy a caer en él. Y después, vienes tú a librarme de tan grande horror, me amparas, me desvías de él. Y de nuevo, estoy confiada sólo en el amor de vuestro santísimo Corazón, vuelvo a vivir de la esperanza.

No caigo, Jesús me ampara, Jesús me sustenta. Y, Loquita por vos, me lanzo en vuestros divinos brazos y siento que Vos, con todo el amor, me estrechas y me acoges. Con Jesús, toda la amargura es dulce, todo el dolor se torna suave. ¡Ah, si todos conocieran el amor de Jesús!...

30 de septiembre, después de la Sagrada Comunión

Sentí que Jesús unió sus divinos labios a los míos, así como unía también a mí su divino Corazón, abriéndose de par en par para que toda yo lo reciba y me dice:

― Hija mía, labios con labios, corazón con corazón, amor con amor para que se abrasen como uno solo en el fuego divino.

Hija mía, te tengo pedida toda la reparación, te pedí por último la reparación de la gula, no te pediré más.

¡Soy tan ofendido! Roban, pisotean con sus pies el alimento de los pobres. Las ansias que tienes de alimentarte son las ansias que los pecadores tienen de satisfacer sus apetitos, sus pasiones. La nostalgia que sientes de la alimentación es la nostalgia que yo tengo por poseer a las almas. Todo termina, pero no como mis breves acercamientos.

¡Qué grande es tu gloria! El mundo no te comprende, alégrate, también no me comprendían a mí y todavía muchos no me comprenden.

3 de octubre – Primer sábado

― Jesús está compenetrado de profunda amargura e tristeza con los pecados del mundo. Sangra, sangra continuamente. ¡Qué seto de espinas, que mar de dolores en su divino Corazón!

Pronto, pronto sea la Consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María.

Jesús ya no pide, pero si recuerda a los hombres sus divinos deseos.

Jesús ya no pide, pero indica a los hombres los medios, el camino para salvar a la humanidad.

Pronto, pronto, que se consagre al mundo como su Reina. Entonces vendrá la paz, alumbrará el sol en toda la humanidad.

Jesús no falta a lo que promete. Jesús triunfa y brilla en las almas con su brillo y sol divino: Jesús se regocija y se alegra con las almas víctimas.

Jesús se regocija y se consuela con las almas que lo aman.

Pronto, pronto, vengan a Jesús, es Él quien los llama.

Jesús quisiera infundirse en las almas y en sus corazones, ser en ellas fuego, fuego, sólo amor.

Jesús quiere, hoy más que nunca, darse a conocer a todos sus hijos.

Y por la loquita de la Eucaristía, por la crucificada del Calvario es que Jesús es y será a través de los tiempos muy conocido y amado.

― Mi Jesús, son mis deseos. Qué yo no tenga un momento en mi vida en que Vos le des una negativa. Reina y reina siempre en mi pobre corazón.

― No eres pobre, hija amada, no eres pobre, hija querida.

Tienes el brillo, la candidez del lirio y de la azucena. Eres riquísima, posees la riqueza divina. Eres el encanto y los atractivos de la Trinidad divina, eres la gloria de la Corte celestial.

― Jesús mío, si así es, como lo creo, todo el brillo y la belleza son vuestras, toda la riqueza os pertenece. ¡Yo soy pobrecilla, yo son nada!

― Hija, escucha. Dile a tu Padre espiritual que el Corazón divino de Jesús esta abierto para él, que lo ama loca y apasionadamente. La prueba más clara que Jesús le da es hacerlo pasar por tan grandes humillaciones y sufrimientos, que tanto lo asemejan a Mí.

Di a tu médico, dile a esa gran alma, dele a ese difundidor de mi luz divina y de amor en los corazones, que yo tanto amo y tanto más amaré cuanto más él cuide de mí y de mi causa. La obra es de Dios y Dios siempre triunfa y triunfará.

― ¡Gracias, gracias, gracias mi Jesús!