ESCRITOS DE LA BEATA ALEJANDRINA

— 31 —

SENTIMIENTOS DEL ALMA 1944

 

20 de Octubre

Dios mío, me faltan mis fuerzas, mi cuerpo es ceniza, el dolor muere también. Todo pasa, viene la eternidad y yo estoy con las manos vacías.

Quiero llorar: Jesús, siento que es necesario bañar al mundo de lágrimas y de sangre. Quiero llorar mis culpas, quiero llorar las del mundo entero. Quiero sufrir, deseo sufrir y sufro y siento que el dolor no es mío, siento que no soy yo la que sufre.

¡Oh miseria, oh miseria! ¡Qué ruinas en mi polvo, en mis cenizas! Trato con Jesús fríamente, trato con Él tan de lejos. Dios mío, qué horror, qué distancia me separa de Vos. Me parece que no hay nada en el mundo que pueda conducirme hasta Vuestro amor e unirme para siempre a Vuestro divino Corazón.

Señor, yo no soy yo, no puedo estar aquí, esta vida no es mía: Jesús, ten compasión, no os retiréis de mí, no vuelvas tus espaldas a la más miserable de Vuestras hijas. Jesús, soy miseria, pero es con esta miseria que yo quiero amaros y así quiero ser Vuestra, enteramente Vuestra.

¡Jesús, deja a esta pobre hijita desprender sus vuelos, déjame volar hasta Vos. El Cielo, Jesús, me criaste para él!

Mira mis luchas con Satanás. Esta noche, mi Dios, mi Dios, el maldito intentó llevarme  a desesperarme de mi salvación. Me decía que ya no me salvaba.

— Dios ya gravó su sentencia de condenación para ti. Tú quieres gozar y puedes gozar todos los placeres porque ya no tienes salvación.

Daba carcajadas, me llamaba por los nombres más feos y me decía:

— Quieres salvar a otras almas y no salvas la tuya. Estás condenada, estás condenada.

Carcajadas, más carcajadas y gestos maliciosos.

Soy Vuestra víctima, Jesús, quiero sufrir todo y no pecar. Quiero amaros, quiero alabaros. Jesús, soy víctima, soy víctima de las almas. Os doy mi sangre, os doy todo, todo.

El demonio estaba furioso, se tiraba hacia mí con furia de león. Como estaba preso con cadenas de fierro y no conseguía llegar hasta mí, aullaba de desesperación y se mordía el mismo y me decía:

— El infierno está cerrado, pero tu cuerpo es el que lo paga. Mira que noche de crímenes. Sufres por los otros y no sufres por ti. Renuncia a todos los sufrimientos, renuncia a todas los ofrecimientos que hiciste a Dios, dile que no quieres nada, porque al final estás condenada. Cerraste el infierno para los otros y lo abriste para ti. ¡Qué eternidad desgraciada de espera! Cree en lo que te digo.

Antes el infierno, mi Jesús, clamo al Cielo en mi tremendo combate. ¡Antes el infierno que pecar! Antes una eternidad desgraciada que disgustaros en la más mínima cosita.¡Os amo, os amo, mi Jesús, en las luchas, en los combates, en el calvario y en la cruz!

Se serenó la tempestad y me adormecí. Poco después me preparé para comulgar, triste, trisste y como un mendigo tiritaba de frío. Tenía miedo de recibir a Jesús, no era digna de recibirlo, de poseerlo.

Él vino, olvidando mi miseria, me uní a Él, aumentaron mis ansias de amarlo. Quiero corazones,quiero lenguas para amarlo y alabarlo por mí. Jesús, Madrecita, Cielo, denme amor para que yo ame con ese amor.

 

24 de Octubre

 

Morí, morí para el mundo, morí para todo. Dió un último suspiro aquel pequeñito soplo de vida que ya hace mucho agonizó, desapareciendo toda la fuerza que lo arrastraba por el inmenso cementerio. Hasta los propios bichos desaparecieron, aquellos que venían sobre mis cenizas y sobre otras que no eran mías, pero que estaban a mi cuidado.

Hace días que empezó a caer una lluvia de sangre, venida de lo alto. Llovió sangre y aún continúa lloviendo. al principio bañó las cenizas, después las lavó de tal forma que desparecieron, ya no existe nada. La sangre continúa viniendo de lo alto, cae sobre lo que está limpio, ya no tiene nada más que lavar.

¡Dios mío, cómo puedo hablar de una cosa que no existe! Yo soy nada y voy a hablar del dolor, del dolor que no es mío, del dolor que no me pertenece.

Mi Jesús, siento al dolor y no soy yo la que sufre, le faltó la vida al dolor que era mío. Vengo ahora a sufrir a rastras, me recuerda a la cobra que le falta el veneno. Veo este dolor envuelto en la lama y en el lodo, golpeando de un lado a otro. Esa vida que iba a vivir en lo alto, dejó para no regresar más. Vive en la cima, muy encima, mirando el dolor acá abajo y lo mira con compasión. Esta vida que ve en lo alto es una vida semejante a aquella vida de que hablé en el día de la Asunción de la Madrecita, de este mismo año. No sé explicar mejor mis sentimientos.

Jesús, Vos sabéis y comprendéis todo, yo no sé que vida es esta. Atiéndeme, ayúdame en mis combates, en mis luchas con Satanás. continúa seduciéndome al mal. Quiere instruirme con sus lecciones vergonzosas y maliciosas. Mira que todo sufro por Vuestro amor y por las almas. Ve que no quiero pecar, no quiero herir Vuestro divino Corazón. Herirlo, sí, pero herirlo con saetas de amor, no con el pecado, no quiero heriros, no quiero disgustaros.

Por Vuestra bondad y amor, el demonio no ha venido tan frecuentemente. ¡Pero, ay, mi Jesús, la maña que tiene él! Cuando viene, viene más furioso y desatado. Y hace sufrir tanto a mi pobre alma cuando me dice:

— ¿Ves cómo es que tu quieres pecar y pecas cuantas veces quieres? Ahora que sientes tu cuerpo desfallecido, te entregas menos veces a los placeres. ¿Ves como eres tú y no soy yo?

Y me insulta entonces con los nombres más feos y malos. Me amenaza con que voy a tener una noche de crímenes y después tarda en venir, dejando en mi alma deseos de pecar. Después, cuando viene, me lanza en el rostro esos sentimientos de mi alma para así afirmarme en que soy yo la que quiero, que soy yo la que peco.

— Mi Jesús, bien sabéis que no quiero. Sólo ves como quedo asustada cuando lo oigo a lo lejos con sus amenazas. Quedo siempre aterrada al ver que llega la hora del martirio. Bañada en sudor y lágrimas, recurro a Vos en los momentos más graves.

Jesús, ayúdame. Madrecita, muestra que eres mi Madre, entrégame a Jesus como víctima, quiero desagraviarlo, quiero reparar, pero no quiero pecar. Me entregué a Él como esclava, quiero servirlo, quiero amarlo y darle almas. ¡Pecar, nunca, Jesús, Madrecita! ¡Soy víctima, soy víctima!

En el último ataque, de las once y media de la noche de esta misma noche, bañada en sudor, lloré sentidas lágrimas. El corazón no podía resistir más. Muchas veces repetí:

¡Sagrado Corazón de Jesús, tengo confianza en Vos! Os juro que no quiero pecar. Ayúdame, Madrecita, ayúdame desde el Cielo.

El malvado se ponía de lado, danzaba, aplaudía. Me decía que mis escritos estaban en su mano, que iba a ser una verguenza en todo Portrugal.

— No llegarán más a manos del Padre Humberto ni del Padre Pinho. — y les llamaba con nombres feos. Pronunciaba también el nombre del médico y me decía cosas feas de él.

Desesperado, gritaba a lo lejos:

— ¡No los puedo ver, les tengo rabia, los odio!

Terminada la lucha, quedé tristísima, sólo con el recelo de haber pecado.

Jesús, quiero confiar en Vos y en la palabra de quien me dirige. Pobre de mí, si aquí confío y me enojo, desfallezco y quedo con dudas.

¡Ven, Madrecita, ven en mi auxilio! ¡Ayúdame, ayúdame, Jesús!

Quedé en paz, muy unida a los sagrarios, contenta por estar tranquila, decía:

Jesús, quiero velar, quiero amar por los que están dormidos. Quiero sufrir, quiero reparar por los que están pecando.

Así pasaban las horas y yo entraba en mí para hablar con los Personajes divinos de mi alma. Siento por tantas veces su realeza divina dentro de mí. Me gusta tanto vivir en la soledad y en el silelncio con esos Personajes. Siento que el divino Espíritu Santo en su trono, en el trono de mi corazón, en medio del Padre y del Hijo, pero arriba de ellos, bate sus alas blancas como para despertarme y decirme que están allí.

Irrádiame con su amor, dame las efusiones de su fuego divino, llévame esas santas inspiraciones, muéveme a practicar obras buenas, obras de caridad y que hago tantas veces con tanto sacrificio. Para cuantas cosas siento su acción divina. Cuando estoy en éxtasis con Jesús y Él me manda escribir todo, no le digo nada pero quedo triste por recordar que no soy capaz. Y Él, que todo conoce, me dice:

— Hazlo, qué el divino Espíritu Santo está contigo, tienes toda su luz divina.

¡Y es verdad! Voy a escribir y me acuerdo de todo, comprendo todo sin dificultad. Siento una luz que ilumina todos los caminos (Cómo el Espíritu Santo veo cosas en las almas) Oh divino Espíritu Santo. Con su luz veo tantas cosas en las almas, tantas veces por más que lo quieran decir y no tienen valor.

Dame al Espìritu Santo, el conocimiento de todo. Y cuántas veces tengo presentimientos reales, como cuando van a venir personas junto a mí, o acontecimientos, etc.... El divino Espíritu Santo es fuego que me ilumina y eleva muchas veces a las alturaas: me pierdo en Él, me irradio en Él.

¡Oh, qué diera que todas las almas conocieran y sintieran en ellos la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo!

Jesús, mío, tengo tantas ansias de amarte. Desfallezco con tanta nostalgia del Cielo. ¡Qué tristeza vivir aquí! ¡Ten piedad de mí! Me siento tan herida, y por personas que desconocen que me hieren! Se parece mi corazón al Vuestro. Por Vuestro amor quiero perdonar a todos, por Vuestro amor y por las almas acepto estas espinas que tan profundamente hieren mi cabeza a tantas horas del día.

¡Si el mundo comprendiese el dolor! Si el mundo comprendiese una ofensa hecha a Vos, no pecaba, sólo os amaba. Jesús, dame amor sin fin, dame amor para todos. Dame fuerza y valor para obedecer escribiendo todo como me mandan. ¡Qué repugnancia, mi Jesús, en todo lo que escribo! Si no fuese por la obediencia, no escribía nada a pesar de la grande necesidad que siento de hacerlo. Amo la obediencia, cueste lo que cueste, quiero ser fiel, quiero obedecer en todo.

Muy agradecida, mi Jesús, por el alivio que me diste trayendo junto a mi a quien tan bien comprende mi alma. Con los ojos puestos en Vos, aunque siempre en la cruz, puedo respirar más a fondo. ¡Cruz, amor de mi Jesús, te quiero, te quiero, muero por ti!

 

25 de Octubre

Día a día, momento a momento, mi vida se vuelve más penosa y triste. Por un lado, la orden de obediencia me obliga a vivir escondida y no recibir personas, para así, poco a poco, quedar olvidada. ¡Dios mío, si yo pudiese querer, es lo que querría, pero que engaño! Llegan visitas de un lado y de otro. Despierto ahora la curiosidad de los médicos. ¡qué tormento para mí! ¡Almas, almas, cuánto es necesario sufrir para salvaros! ¡Jesús, Jesús, cuánto cuesta la conquista de Vuestro amor!

Esta mañana, cuando me preparaba para la visita de mi Amado, me sentía triste y amargada.

¡Dios mío, recibiros así, tan llena de miseria! ¡Ten compasión de mí, Jesús! Madrecita, purifica mi corazón, mi cuerpo y mi alma, prepárame para la visita de Jesús.

Él vino, hizo serenar todo, lo sentía en mi alma, se suavizó mi dolor uniéndome toda a Él. Unos momentos después, me dieron la noticia de que mis escritos que juzgaba perdidos y que el demonio aifrmaba tenerlos, habían aparecido. Sentí mucha alegría, ya tenía a Jesús en mi corazón, así que aproveché la ocasión de agradecerle así de cerca. Poco después empezaron las visitas. De Jesús recibí fuerzas para tan grandes sacrificios.

Eran dos horas media de la tarde y entraron en mi cuarto cinco hombres. Tuve el presentimiento de que alguno de ellos era médico. Comenzaron a interrogarme, no sé porqué, mis ojos se fijaron en uno, supe después que ese era el médico. Como tenía el presentimiento de que estaba hablando con un médico, respondía a todo y me hacía explicar bien sobre mi dolencia. No me faltó serenidad. Jesús, sólo Vos sabéis cuanto me cuesta todo esto. ¿Dios mío, cuándo acabará? ¡Ciertamente, sólo con mi muerte! Respondía con firmeza, pues la verdad sólo tiene un camino. Llegó la ocasión en que me hablaron sobre la alimentación. ¡Duro golpe! ¡Quién me diera que ninguno supiese!

— ¿Entonces no come nada?

Yo no sabía si estaba hablando con personas religiosas. Pero sin respeto humano, respondí:

— Comulgo todos los días.

Un silencio profundo por unos momentos cayó sobre todos, ni un gesto, ni una sonrisa: Poco después se retiraron muy delicada y respetuosamente. Jesús, Madrecita, divino Espíritu Santo, dale Vuestra santa luz a estas almas, haz que sean sólo Vuestras y sigan Vuestros caminos. Que mis humillaciones y sacrificios sirvan para la salvación de todos. ¡Jesús, quiero vivir para amaros y para la salvación de las almas!